Esa carne de gallina que se me pone cuando el cabo de hacheros, se da la vuelta dando por iniciado nuestro amado Alarde, es algo que no se puede explicar, porque no hay palabras son sentimientos. Luego le siguen todas las compañias de infantería y las de caballería con sus respectivas cantineras.
A la tarde, esa bajada de la calle Mayor de la banda, que te hace saltar aunque no puedas, es algo impresionante. Ves a todos los soldados del rango que sean y a las cantineras, recibiendo el cariño de las que estamos en las aceras. Cuando estás dentro, sientes que te llevan en volandas,y al ver a esa amiga que casi te hace echar unas lagrimillas, al emocionarse al verte, eso es algo que no se paga con todo el dinero del mundo. Es algo único.
Yo, pude vivirlo en primera persona desde dentro, gracias a los esfuerzos de mi hermano Charly que lucho para que su única hermana fuese elegida cantinera, cumpliendo uno de sus sueños y el de su madre. Es algo que nunca se me olvidará y no se puede agradecer lo suficiente con nada material. Fue el quien me acompañó durante todo el Alarde, porque la verdad es que se merecía vivirlo acompañando a su hermana cantinera después de todo el esfuerzo, aunque ya sé que se divierte más tocando el tambor. Porque ser el acompañante de una cantinera es un honor, pero también una gran responsabilidad.
¡GORA SAN MARCIAL!
Espero haberos explicado un poco lo que es para mí un día de San Marcial y ya solo me queda decir.
¡GORA SAN MARCIAL!
¡GORA IRUN!
¡GORA BEHOBIAKO KONPAINIA!